En este artículo voy a explicar el arte de construir un pésimo
curso elearning.
He visto tantos que puedo dictar estas sencillas
recomendaciones casi de carrerilla.
Lo primero que tenéis que hacer es poner trabas al primer
acceso de los alumnos al curso.
Una buena idea es que éste sólo funcione con ciertas
versiones de tal o cual navegador o sólo después de haberse instalado una serie
de plug-ins específicos
Para los alumnos que superen este obstáculo, cercioraos
de que pierdan rápidamente la esperanza de encontrar algo divertido,
interesante o excitante.
Podéis lograrlo obligándoles a cumplimentar algún detallado
procedimiento de registro y a continuación exponiéndoles una larga y aburrida lista
de objetivos de aprendizaje.
Cuando por fin empiecen a navegar por el curso, hacedles
caer pronto en la cuenta de que sólo encontrarán toneladas de texto escrito.
Ponedles grandes cantidades de texto en la pantalla, y si
puede ser, obligadles a que hagan scrolling
lateral para completar la lectura de las frases.
Utilizad un tamaño de letras pequeño para que cueste
leerlo.
Procurad que el fondo de la pantalla esté adornado con bonitos
dibujos y vistosos motivos ornamentales.
Y aseguraos de que apenas haya contraste de colores entre
el texto y el fondo.
No seáis tímidos a la hora de utilizar toda la gama de diferentes
tipografías y tamaños disponibles.
Y no olvidéis llenar la pantalla de negritas, cursivas y
subrayados.
Si es posible añadid de vez en cuando elementos luminosos
que se muevan por la pantalla mientras van lanzando destellos.
O animaciones periféricas, como relojes digitales o
logotipos que nunca paran de girar.
En cuanto al estilo de redacción, utilizad oraciones largas
que contengan muchas ideas débilmente relacionadas entre sí.
Si existen varias formas de explicar un concepto, escoged la más compleja y rebuscada.
Sed prolijos y utilizad muchas palabras y oraciones
superfluas.
Por ejemplo, en vez de decir “A palabras necias, oídos sordos”,
decid “Se deberá considerar apropiado desde un punto de vista pragmático, en el
caso de escuchar términos o expresiones que puedan ser hipotéticamente
calificados como poco apropiados, conducirse de un modo que se dé a entender al
individuo que las ha manifestado que se prefiere optar por ignorar sabiamente
sus palabras”.
Evitad los esquemas, ejemplos, analogías o metáforas que
solo servirían para añadir amenidad al curso.
Os recomiendo que no reviséis los cursos.
El mejor momento para escribirlos suele ser cuando os sintáis un
poco cansados o soñolientos.
En cuanto a la navegación del curso, no expliquéis el significado de los
iconos, botones o señalizaciones que utilicéis.
Dejad que los alumnos pasen un buen rato probando y
clicando por su cuenta.
Añadid pop-ups y
ventanas que emerjan arbitrariamente por doquier para que los ojos de los
alumnos tengan que ir dando tumbos de una parte a otra de la pantalla.
Si decidís que sea el alumno mismo quien tenga que hacer
clics para que el curso sea “interactivo”, procurad disimular dónde hay que
clicar y que el alumno lo averigüe por su cuenta.
Si contratáis a un locutor para leer los textos,
buscad uno que lea de forma lenta, monocorde y sin inflexiones.
Entrenadle bien para las largas oraciones y párrafos que
tendrá que leer sin hacer grandes inhalaciones de aire.
Añadid música de fondo mientras habla el locutor.
Rematad la faena asegurando la mala la calidad del audio.
Suele ser efectivo que el volumen vaya subiendo y bajando a rachas.
Si decidís utilizar avatares, aseguraos de que sus labios
estén desincronizados con el audio y que el personaje nunca deja de mover los
labios durante las pausas.
Y lo más importante, cuando los alumnos lleguen a la
última pantalla, haced que salga un gran letrero que diga: “¡Felicidades, has llegado al final de este curso!”.
Nunca nadie habrá agradecido tanto leer estas palabras.
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