“¿Qué haces?”, le pregunta.
“Estoy estudiándome
la guía de las páginas amarillas”, responde el primer hombre.
“¿De memoria?”,
inquiere de nuevo.
“No, no, ¡comprendiéndolas!”
Este popular chiste
viene a recordarnos que aunque la repetición es probablemente la menos
simpática de las técnicas de aprendizaje, casi siempre es también necesaria
para que éste se produzca.
Por supuesto,
intentar aprender de memoria conceptos o palabras que no entendemos, es un
ejercicio absurdo y sumamente ineficaz.
Pero incluso si
entendemos un concepto, generalmente necesitaremos el concurso de la repetición
para fijar esta información en la memoria a largo plazo y poder así recordarla
más adelante.
El psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus estudió durante 30
años la forma en que la información tiende a perderse de la memoria y cómo
podemos conservarla si la ejercitamos y repetimos de forma correcta.
Ebbinghaus averiguó que el olvido de una información ocurre
de manera progresiva, de acuerdo a una curva matemática que denominó “curva del olvido”.
Una gráfica típica de la curva del olvido muestra que normalmente en un día olvidamos aproximadamente la mitad de lo que hemos
aprendido.
Y una semana después, tendremos suerte si logramos
recordar más de un 3%.
Sin embargo, este proceso de
pérdida de la información se puede evitar mediante la técnica del repaso,
adecuadamente espaciada.
La forma óptima de
consolidar un nuevo aprendizaje consiste en realizar un número de repeticiones
y refuerzos elevado al comienzo, casi de forma inmediata y consecutiva. Incluso
durante varios días seguidos.
Después se puede ir
reduciendo de forma exponencial ese número de repeticiones a lo largo del
tiempo, con semanas, meses e incluso años de diferencia.
Y ese es todo el truco de la
repetición eficaz. Varias repeticiones al principio, y luego periódicos
repasos, cada vez más espaciados en el tiempo.
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