miércoles, 12 de junio de 2013

Si queréis que vuestros alumnos aprendan ¡agitadles!


Las proezas que consiguen todos los años los participantes en los campeonatos internacionales de memoria nos pueden parecer simplemente imposibles.
Cosas como memorizar un número binario de 48 dígitos en un segundo, memorizar la posición que ocupa cada palabra de una lista de 23.000 después de haberlas oído una sola vez, o memorizar en un minuto el orden preciso de un mazo de cartas mezcladas.
Sin embargo, todos los estudios neurológicos y de otro tipo que se han hecho sobre las personas que compiten en estos campeonatos han llegado a la misma conclusión.
Esas personas no tienen ningún poder mental especial.
¡Ni siquiera tienen mejor memoria que una persona media!
Simplemente utilizan trucos mnemotécnicos basados en la forma como aprende nuestro cerebro y luego practican estos trucos durante miles y miles de horas.
En este artículo vamos a centrarnos en uno sólo de estos grandes principios del aprendizaje, quizás el más importante de todos ellos.
Consiste en conferir la máxima carga emocional posible a la nueva información que debe aprenderse. 
Los campeones de la memoria aprenden a asociar la nueva información que deben aprender con la situación más grotesca, asquerosa, ridícula, terrorífica o sexualmente excitante que puedan imaginarse.
¿Por qué?
Porque nuestro cerebro está programado para gastar la energía que cuesta crear un recuerdo y almacenarlo en la memoria a largo plazo sólo si considera que la nueva información es “relevante”.
¿Y cómo decide nuestro cerebro si algo es relevante?
Juzgando según la carga emocional positiva o negativa que conlleva.
Sólo si algo nos emociona, decidirá nuestro cerebro que se encuentra ante una oportunidad o ante una amenaza que merecen el gasto energético que implica el aprendizaje.
Así que, profesores del mundo entero, si queréis potenciar el aprendizaje de vuestros alumnos, recordad esto: debéis emocionarles.
Agitadles, asombradles, fascinadles, sorprendedles. Si es necesario, incluso horrorizadles.
Si conseguís conferir un carácter emocional a vuestras clases y a vuestras materias, ¡¡el aprendizaje se producirá!!

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